En los 4 largos años de crisis económica que estamos teniendo, creo haber escrito en mi blog lo suficiente sobre las atrocidades económicas que están cometiendo los principales bancos centrales, tales como la reducción de los tipos de interés hasta mínimos históricos, el rescate masivo e indiscriminado de empresas y bancos, planes de estímulo (aumento del gasto público), subidas de impuestos o la monetización de deuda por parte de la banca central (Quantitative Easing), entre otras muchas medidas igualmente condenables.
Hace cuarenta años todo esto podría haber funcionado. Estados Unidos y Europa eran países con mucho capital, mucha gente emprendedora y trabajadora, y carecía de un sistema transparente que sacara a flote los excesos políticos. Las cosas han cambiado mucho. Las dos superpotencias ya no tienen tanto capital (se ha trasladado a otros países), potenciado en exceso por Estados Unidos; la población está enganchada como un drogadicto a los favores políticos y las dávidas estatales peleando con furia cuando dichos supuestos “derechos” se ven amenazados; es decir, cuando ni por coacción política nuestros políticos pueden sacarnos dinero a los que trabajamos y producimos para redistribuirlo a quienes no quieren trabajar.
Hace cuarenta años los políticos se dedicaron a comprar votos a gran escala con la ayuda de nuestros impuestos, la emisión de deuda y la creación de dinero fácil, pero han abusado de ese recurso populista. Esa compra de votos masivos y clientelismo, que llaman Estado del Bienestar, es insostenible. No solo a nivel económico, sino social. Los disturbios de Reino Unido son una muestra del fracaso del Estado del Bienestar. Los políticos no saben cómo reaccionar. Lo que los políticos llevan haciendo durante el último medio siglo para mantenerse en el poder, es ahora la causa de su hundimiento.
Y, para colmo de malos para los gobiernos manirrotos, ha surgido un nuevo inquisidor general: el inversor internacional. Aquello que los socialistas llaman “el malvado mercado“, no es más que gente corriente (con acciones, fondos, planes de pensiones…) que recolocan su dinero para disminuir el riesgo, y a la vez y sin saberlo, evidencian las irracionales e irresponsables medidas de los gobiernos.
En la vieja Europa del siglo XXI, una de las funciones básicas de los políticos es mentir: así lo hicieron en 2008, cuando negaron que el sistema financiero internacional estaba al borde del colapso; en 2010, con la intervención de Grecia, la crítica situación de España en mayo y el posterior rescate de Irlanda; también falsearon los test de estrés realizados a las grandes entidades europeas; este año mintieron con el rescate de Portugal, la quiebra parcial de Grecia (segundo rescate), la segunda ronda de test de estrés y el alto riesgo de España e Italia; y ahora, por último, ocultan que la banca francesa –y alemana– está repleta de bonos periféricos basura y deuda triple A inflada y que por ese motivo sueltan algo de dinero a los periféricos: a ver si pueden cobrar la mayor parte; aunque eso este llevando a Francia a perder su calificación triple A. Si no me creen, déjenme recordarles la advertencia (en privado evidentemente) del presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker: “Cuando la cosa se pone seria, tienes que mentir“.
Quienes son los economistas que sostienen a los políticos
No vayan a pensar que no hay economistas comprados, o bueno, para decirlo elegantemente, atrapados en una falaz teoría económica. En el programa Global Public Square un programa de gran audiencia las noches de domingo en la CNN de los Estados Unidos que presenta Fareed Zakaria salen 2 de ellos . Esta semana, Zakaria contó con Paul Krugman y el ex economista jefe del FMI, Ken Rogoff, para analizar la situación de la economía estadounidense, y las declaraciones de los economista no pasaron desapercibidas.
Paul Krugman
El premio Nobel Krugman (es evidente que estos economistas-jeta necesitan de grandes títulos para avasallar con su discurso falso), apeló a una invasión alienígena en EEUU para solucionar la crisis y reactivar la economía. El discípulo de Keynes sorprendió en el ejemplo expuesto, pero no en sus teorías según las cuales si no hay suficiente consumo la economía se ralentiza y se reduce el crecimiento, que para Krugman es lo que está sucediendo, por lo que hay que aumentar el consumo como sea. Krugman, como sabrán, es asesor de Zapatero y Obama entre otros gobiernos y fue el firme impulsor de la burbuja .COM. Sus recetas son siempre las mismas: “más gasto gubernamental; reducir la deuda familiar mediante la condonación y la refinanciación de las hipotecas; y un esfuerzo por parte de la Reserva Federal […] con el objetivo intencionado de generar más inflación a fin de aliviar los problemas de endeudamiento“. ¿Es correcto diluir las deudas con inflación? No, el riesgo moral es enorme y es lo peor que le puede pasar a los ahorradores.
Kenneth Rogoff
Otro prestigioso economista, fama que viene de ser el ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y profesor de Políticas Públicas en la prestigiosa Harvard. Rogoff exponía que la inversión en infraestructuras es beneficiosa siempre que no sea un derroche, poniendo como ejemplo negativo la onerosa red de túneles de Boston. Debería Rogoff darse una vuelta por España y ver que las políticas de infraestructuras decididas políticamente tiene un gran componente populista. Sino que vea nuestros aeropuertos provinciales vacios, eso sí, bien inagurados; o la línea de AVE a Cuenca, de promedio 9 pasajeros mientras duró.
Debo reconocer que es un analista de diagnósticos más o menos certeros, pero de recetas igualmente nefastas. Y es que Rogoff tiene muy clara la solución a aplicar: una “inflación moderada” de hasta el 6% “durante varios años”. Aunque él mismo explica que, “por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos desde los ahorradores a los deudores […], al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida […] Estos son periodos en las que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales”, concluye sin rubor. Así pues, Rogoff defiende abiertamente el envilecimiento de la moneda, sin importarle lo más mínimo sus terribles consecuencias ni que paguen justos por pecadores.
Eso si, el comentario de Rogoff por la tele después de escuchar a Krugman, con cierta ironía que duda cabe, fue muy divertido. Concluyó que lo que haría falta entonces para reactivar la economía es un Orson Welles.
Nouriel Roubini
Este economista es profesor de Económicas en la Universidad de Nueva York, alcanzó fama y fortuna por avanzar el estallido de la crisis financiera de 2008 por lo que se conoce como el “doctor Doom” (doctor desastre en castellano). Desde entonces se dedica a impartir conferencias por medio mundo, previo pago evidentemente, convirtiéndose en un referente mediático cuyas opiniones son tenidas muy en cuenta por los políticos. Eso si, pocos recuerdan de que este particular profeta predijo 48 de las cuatro últimas recesiones, es decir, que sus previsiones normalmente fallan, aunque hombre, de tanto decir que viene el lobo en el prado, pues acierta alguna vez, de pura casualidad.
Este economista siempre ha defendido a capa y espada la nacionalización de la banca y el tradicional recetario keynesiano aplicado durante estos años. Ahora, ante el riesgo de recaída, vuelve a recomendar lo mismo: “estímulos fiscales adicionales”, “impuestos más progresivos”, nuevas inyecciones monetarias, condonación de deuda a empresas y familias y una regulación financiera “más estricta”. En definitiva, más socialismo y menos libre mercado.
De hecho, Roubini se quita la careta en su último artículo. Atención: “Karl Marx tenía parte de razón cuando decía que la globalización, la intermediación financiera sin control y la redistribución de la renta y riqueza desde el trabajo al capital podría conducir al capitalismo a su autodestrucción”. Y sentencia: “Tenemos que restaurar un equilibrio entre los mercados y la provisión de bienes públicos”. Éste es el admirado Roubini, un cuasi marxista confeso.
Conclusión
El Estado del Bienestar, como lo conocemos en Europa, es el mejor incentivo a la irresponsabilidad y al hedonismo que jamás haya tenido un país. Y verán que la dependencia hacia el Estado, hacia sus mentiras, su robo y su tiranía -vestido eso sí, de seguridad para todas las personas y más aún para aquellas personas en dificultades- es todo lo opuesto a la seguridad económica y material. El Estado del Bienestar, impulsado por la deuda pública y dinero fácil, nos ha hecho pobres y provocado situaciones extremadamente violentas como las de Grecia y Reino Unido. Nos dijeron que sería exactamente al revés. Su mundo de medidas sociales, ha sido nuestra tumba.
Aquí les he nombrado a 3 de los principales economistas más prestigiosos pero que encajarían perfectamente en cualquier régimen socialista-comunista. El socialismo, el último de los dinosaurios ideológicos que aún caminan por el mundo, está agonizante. Pero está defendiéndose con uñas y dientes atacando al capitalismo, como siempre lo ha hecho, pero esta vez desde dentro de los Estados Unidos, la nación que todos tenemos en la cabeza que es la más libre. Libertad que perdieron los americanos al permitir crearse la Reserva Federal y dejar de utilizar el oro y plata como dinero, tal cual manda su Constitución.
Resulta heroica la obstinación de los keynesianos que van quedando. Mientras Occidente contempla cómo se derrumba la economía como resultado de más de 4 años de políticas expansivas, éstos continúan su huída hacia delante. La realidad sigue sin dar una alegría a los fervientes seguidores de Lord Keynes. Desde el momento en el que estalló la crisis, los Gobiernos de ambos lados del Atlántico siguieron a pies juntillas el manual anticrisis que nos legó el economista inglés: que los Gobiernos gasten todo el dinero posible, da igual en qué, con objeto de mantener la demanda inflada. El hecho es que se ejecutaron los mayores planes de gasto público que jamás vieron los tiempos. Podría parecer extraño que mientras la economía occidental se contrae con violencia, y la gente tiene cada vez menos recursos, la salida de los Gobiernos sea la de acaparar todo el crédito disponible para despilfarrarlo en sus más inmediatas ocurrencias. Pero la verdadera luz que iluminaba esas acciones, aunque parecieran absurdas a ojos del ciudadano de a pie, era la promesa de que en menos de un año se volvería al pleno empleo y al sano y enérgico crecimiento económico. Y como las medidas estaban respaldadas por, entre otros, los 3 distinguidos economistas que menciono, entonces pocos pudieron expresar su voz de alamar. Cuatro años después, la realidad, ajena a las fantasías keynesianas, sigue sin hacer caso a tan voluntarista ideología. Han logrado, eso sí, lo que parecía impensable: colocar a grandes potencias económicas al borde mismo de la suspensión de pagos.
Es necesario desmantelar el hiperestado costoso y entrometido, y para ello hay que desmontar de una vez por todas las falacias colectivistas y proclamar que el capitalismo es el sistema político más solidario que existe porque es el único que condiciona el éxito de cada cual al servicio de las necesidades de otros.