Ya han pasado los primeros 100 días del gobierno de Mariano Rajoy y francamente ha sido una total calamidad para España. Antes de hablar de medidas, creo que es importante hablar de lo que se ha podido apreciar de Mariano Rajoy desde un punto de vista mas moral, por llamarlo de algún modo. Para todos queda claro, que el señor Rajoy puede romper cualquier promesa, a la primera de cambio, si electoralmente le interesa. Ya el 30 de diciembre de 2011, hizo la subida más brutal de impuesto a la renta de la democracia española y superó a la propia izquierda por la izquierda, que ya es decir.
Durante estos 100 días no se ha visto en el señor Rajoy ningun interés en poner a España por delante de los chupópteros de la teta del Estado español. Todas las medidas que se han tomado han sido para mantener el despilfarro autonómico sin control, a costa de que los servicios que proporciona el Estado.
Y esto, además de intranquilizar a los mercados, hace pensar en Bruselas que pueden estar ante una nueva versión del caso de Grecia. La Comisión Europea nos han enviado una delegación para inspeccionar al Gobierno, en medio de fuertes rumores de intervención. Conociendo el lenguaje europeo, ya es de por si inquietante que te digan que “te visitan para comprobar”. Eso demuestra la credibilidad en Europa del gobierno español.
La “sanidad gratuita” del señor Rajoy
Muchas personas, en su total inmoralidad al intentar tergiversar la realidad del mundo, dicen que la Sanidad española es de las mejores del mundo. Es curioso que quienes más defienden la sanidad pública son aquellos liberados sindicales beneficiarios del Mufase, ese pago a la sanidad privada para que atiendan a los funcionarios públicos.
El gasto público en Sanidad supera los 90.000 millones de euros, habiéndose más que duplicado a lo largo de la última década, lo cual supone un coste anual próximo a los 2.000 euros por habitante. Así pues, dicho servicio podrá ser muchas cosas pero, desde luego, no es “gratuito”.
Además, a la reiterada falacia de la “gratuidad” se le suman otros dos calificativos muy habituales en boca de los políticos, “universal” y “de calidad”, que por mucho que se repitan no dejan de ser también falsos. En primer lugar, no todo el mundo tiene acceso a todos los servicios públicos sanitarios, existen importantes limitaciones, de ahí la necesidad de contar con una tarjeta sanitaria y un número de la Seguridad Social. Por otro, pese a que muchos coinciden en que la sanidad española es una de las mejores del mundo, la realidad es bien distinta si se atiende a la calidad de ciertos servicios y, sobre todo, a las abultadas listas de espera en materia de consultas, realización de pruebas y operaciones.
No hay que engañarnos. La Sanidad Española es tan mala, que en Madrid todo el que puede tiene su seguro privado para atenderse. Y eso que la sanidad madrileña es de las mejores en España. Antes de la estupidez Aznariana de transferir las competencias de Sanidad, la cosa iba mucho mejor. Hoy en día la sanidad española ya no está entre las mejores de Europa: El sistema sanitario público español está clasificado en el puesto 22 de entre los 32 países europeos incluidos en el Health Consumer Index 2009, el principal indicador independiente acerca de la sanidad de entre los que se publican en Europa.
El sistema público español saca malas notas en casi todas los apartados del estudio, excepto en el caso de la tasa de éxito en el trato de determinados tratamientos (por ejemplo, la mortalidad en caso de ataque al corazón). Especialmente negativa es la foto en dos cuestiones: la información al paciente y el tiempo de espera para recibir los servicios.
Señor Rajoy tome las medidas que España necesita
El Gobierno no hace más que anunciar reformas y recortes del gasto estatal para tratar de tranquilizar a los mercados y dotar de credibilidad a la política de ajuste económico que está emprendiendo. Lo que no entiende el Ejecutivo es que las dudas de los mercados, que son las que están disparando la prima de riesgo no están relacionadas con la calidad de las medidas que está tomando, ni mucho menos.
Las autonomías gestionan más de la mitad del gasto público en España y se han convertido en unas entidades tan manirrotas que decir gasto autonómico prácticamente equivale a decir derroche de recursos. Son ellas las que de verdad tienen que hacer los mayores esfuerzos para reducir el déficit. Sin embargo, cuando el Gobierno presentó los presupuestos, no dijo nada al respecto y los mercados se pusieron nerviosos.
En lugar de entrar en el núcleo del despilfarro y la corrupción, el Sr Rajoy, dando un giro de 180 grados a sus promesas de no subir impuestos “porque es letal para el crecimiento y el empleo”, aprobó la mayor subida del Impuesto sobre la Renta de nuestra historia. La segunda gran actuación fue la Ley de Estabilidad Financiera. Se suponía que esta Ley iba a prohibir a las AAPP gastar más de lo que ingresaran de inmediato dada la situación de quiebra de más de la mitad de ellas. Pero nada de eso sucedió. En lugar de aprovechar este hecho para hacer un recorte drástico del despilfarro que está destruyendo España, el Sr. Rajoy, con una irresponsabilidad inaudita, afirmó que no dejaría quebrar a ninguna CCAA ni Ayuntamiento, y acompañando la acción a la palabra decidió entregar de inmediato 15.000 millones de nuestro dinero, para cubrir los gastos más inmediatos y pagar a proveedores. A los despilfarradores superendeudados les vino Dios a ver: todos los programas de austeridad que tenían en marcha quedaron pospuestos o reducidos. ¿Para qué recortar nada si Rajoy les daba el dinero?
El consenso de los mercados hoy es que la mitad del sistema financiero español está quebrado. Se salvan Banco Santander, BBVA y La Caixa. La cifra dada de necesidades de capitalización, 50.000 millones, era irrisoria, porque el problema ya no es solo el crédito promotor, hemos entrado en una nueva fase de desplome económico donde ya nadie paga a nadie. Ya no son solo promotores, ahora son todo tipo de créditos, hipotecas, consumo, pymes, todos sin excepción. La reforma ignora esta realidad y se limita a los promotores, como si estuviéramos en 2010. Se está destinando un dinero ingente que España no tiene a mantener lo insostenible, y como era previsible, el mercado no se lo ha creído: las cotizaciones de los bancos se han desplomado desde entonces y la bolsa española es la que peor se ha comportado, con diferencia, de todo el mundo.
En definitiva, las grandes esperanzas despertadas por la victoria de Rajoy se han demostrado completamente infundadas luego de los primeros 100 días de su gobierno. Tratar de mantener un modelo de Estado inviable y absolutamente corrupto a costa de la economía productiva y de la viabilidad de España como nación, entra en el terreno de la demencia absoluta. Sus disparates han convertido a España en el gran problema de Europa; llevado la prima de riesgo por encima de los 400 puntos, el nivel teórico de intervención; empobrecido gravemente a las familias, y endeudado al país más allá de sus posibilidades -60.000 millones en tres meses-, siendo además la banca española, con el dinero del BCE, casi la única compradora de deuda, mientras la extranjera no para de vender la suya. Si el dinero del BCE se acaba, y está a punto de ello, la intervención es inevitable y la quiebra de la mitad de los bancos también.
Y de los Presupuestos Generales para el 2012 ¡mejor ni hablamos! ¡Estan locos si creen que se van a cumplir!